


MÚSICA DIEGÉTICA / EXTRADIEGÉTICA
Tras estos términos se encuentra una de las principales diferencias en el uso de la música en el cine.
Para expresarlo de la forma más simple, podemos considerar como diegético el uso de la música dentro de la acción de la película, es decir, sería la música que oyen los protagonistas. Sensu contrario, se considera extradiegética aquella música externa a las viviencias de los personajes, aunque su escucha por los espectadores puede dotar de significado adicional a lo que está transcurriendo en la pantalla.
En realidad y como en tantas otras cosas, la distinción no tiene porque ser tan drástica. Por ejemplo en numerosos casos música diegética se transforma en extra en el transcurso de la acción o al revés. Una muestra de ello sería cuando los personajes asisten a un concierto y se oye la música que se está interpretando y, aunque la acción se desplace fuera del marco del concierto, se sigue escuchando la misma música.
Las canciones pop han sido y siguen siendo un vehículo excepcional para utilizar la música en cualquiera de esas dos funciones.
Una intención elemental es la de ubicar el momento en que la acción transcurre y cómo ese momento puede ir cambiando. Escuchar una canción en un concierto, en la radio, en la televisión,… es un recurso sobradamente utilizado para dar una dimensión temporal precisa a la acción, tanto como pueda serlo la también muy socorrida utilización de las noticias en los medios de comunicación.
Pero ese mismo recurso puede ser utilizado en sentido contrario, para marcar el paso del tiempo para un personaje de forma subjetiva, cuando al escuchar una vieja canción es consciente de cómo las cosas van cambiando, como ya no son lo que eran ni podrán volverlo a ser. La buena utilización de este recurso puede aportar más a la contextualización de la acción que varios minutos de diálogo.
Una buena prueba de la eficacia de la música popular la podemos encontrar en las númerosas películas ambientadas en los años 60 y 70, en los que la banda sonora suele contar, con mayor o menor fortuna, con la presencia de canciones exitosas en su momento y que han trascendido hasta la actualidad. Entre los ejemplos que podríamos citar, valga el de la Banda Sonora de Forrest Gump llena de grandes canciones que cubren una amplia gama de la música de los 60, y que posiblemente sea el elemento más memorable de la película o la de A Bronx tale, hermosa utilización directa de grandes canciones de la época.
Las canciones pop de una banda sonora son ampliamente utilizadas tanto formando parte de la acción como gravitando alrededor de ella si bien, en demasiadas ocasiones, su utilización ha sido muy banal y no siempre aportan profundidad a la narración, más allá de constituir una referencia temporal o un recurso fácil. Podríamos citar en este sentido el caso de la utilización de la canción Pretty Woman, de Roy Orbison, para la película del mismo título, en la que la justificación se basa en la indudable calidad y popularidad de la canción y en su conexión con el título de la película, más que en cualquier otra aportación de mayor entidad.