Pink Floyd fue uno de esos grupos que también marcan un antes y un después en muchos aspectos de la música, el menor de los cuales no fue el de la puesta en escena de sus conciertos. Estaban en la cumbre de su carrera, algunos quisieron ver que habían empezado la decadencia, después de discos tan espectaculares como The Dark Side of the Moon o Wish you were here, cuando sacudieron el mundo musical con este gran disco, The Wall. Los amantes de las etiquetas los habían catalogado en la sección de lo que quisieron llamar Rock Sinfónico, ganas de poner límites al viento, bajo cuya denominación se colaron grupos de diferentes calañas, pero Pink Floyd volvieron a demostrar lo imposible, e innecesario, que es acotar la buena música, como sucede con cualquier otro arte. Los intereses industriales y la mediocridad crítica siempre se han sentido confortables con el encasillamiento.